2 fases del pensamiento creativo
Me apasiona subir a la montaña sola.
Cuando digo subir, es subir 1700m., con una pierna detrás de otra y un palo que hace de bastón y que lleva conmigo 5 años, escuchando mi silencio mientras avanzo por las piedras, amigas de la tierra a la que llamo prometida.
En la preciosa casa que me espera al bajar, situada en el centro de una aldea de cuento y rodeada de tierra y vida animal y que me enamoró hace esos 5 años, es donde “creo”, del verbo crear y creer (qué suerte que tengamos un tiempo verbal que sirve para dos cosas tan fundamentales para el ser humano).
Y, sobre todo, es en esa casa donde pienso, como acto fundamental de mi vida profesional y personal. Así me lo enseñó mi padre: “hija mía, si pensáramos más, el mundo sería más hermoso”.
Cada mañana, lo veía con su taza de café dándole vueltas a la cucharilla. – ¿Qué haces, papá? -le pregunté muchos días, durante años, sabiendo que la respuesta sería la misma: – Pensar, hija, pensar…
Por eso hoy, que no estoy en la montaña, pero sí tengo que terminar un proyecto que empecé allí, escribo este post, porque quería responder, de manera más extensa a todas esas veces que me han preguntado por ese atractivo “proceso creativo” que a las personas tanto nos gusta encasillar y que yo creo que es una forma de vida, más que un talento. Cuando está en tus actos o tu forma de comunicar, te brota hasta haciendo lentejas y te vuelves tan adicta a él, que la vida no tiene sentido si no puedes desarrollarlo cada vez más.
Resumo dos puntos fundamentales que, para mí, son básicos a la hora de diseñar proyectos creativos de formación, cursos, poesía, recetas de cocina, desayunos para mis vikingas…etc (en la creatividad todo vale :)).
Ese tiempo que necesito para no hacer nada, para que mi mente se libere de corsés, de redes sociales, de fórmulas para ser feliz, de productividad y proactividad, de mis maestros, de mis hijas, de mis amigos, de las horas estipuladas, de la mujerniñabuena, de lo que no sea fluir, ser yo, pasear, comer a la hora que quiero y sentirme plenamente independiente. Salvaje, diría para expresarlo plenamente.
Ese es mi secreto: sentirme independiente de cualquier otro ser humano o circunstancia material que me rodee para poner en duda lo aprendido y para desaprender si llega el caso.
A partir de ahí es cuando la creatividad sale a raudales en cualquier instante y permanece muchísimo tiempo. Por ello, cuando comienzo a saturarme de elementos externos, vuelvo a subir a la aldea, donde no hay internet y, desde allí, cada día, a la montaña para nutrirme de nuevo. El espacio, en este caso, es el alimento. No tiendas, no bares, no personas (a veces), no internet… Ello, unido al deporte diario (y algún vino con jamón, claro, o una copa de coñac con palomitas :)), son #PuraVida.
¿Qué quiero?
¿Qué me lo impide?
¿Qué voy a hacer para conseguirlo? Porque esta menda que escribe este post, ya sabéis que no sueña, no, sino que actúa y va a luchar por sus batallas, damas y caballeros. Primero, es la idea. Después, la acción.
¿Cómo y cuándo lo voy a conseguir…? Esta pregunta es el origen del camino, es la que marca la agenda. Es la mayúscula original, la que abre el texto; la brújula de las sirenas para que no dejen de cantar.
Pregunta lleva dentro las respuestas y las fechas. Y, los deberes, claro… (me encanta esa palabra: deberes).
Estas preguntas siempre escritas en un archivo y siempre abiertas en mi ordenador; respondiendo, avanzando, marcando agenda…
Esta es una de las partes que más trabajo con mis clientas y donde más insisto. No es la idea, no, es la estructura para llevarla a cabo (gestión del tiempo, conciliación, prioridad, originalidad, digitalización…).
Así que ese es mi proceso creativo y, por fortuna, tengo el lugar para llevarlo a cabo. Pero cuando no lo tenía, otro ocupaba su lugar.
El verdadero reto de la vida es ese: encontrar tu lugar para sentirte tú, salvaje y sincero. Para que no te sientas extraño o fuera de lugar.
Después, hay muchas pequeñas peculiaridades que aceleran estos procesos, como la alegría interna y, por supuesto, el agradecimiento a las personas y a la vida, pero eso ya es otro post 🙂
Y ahora, os dejo una imagen de la cocina, donde vive la nevera más linda del mundo. Me la regaló mi amiga Nuria que no la utilizaba y la pinté con spray de grafitti. Dentro, hay una cajita en el congelador para que todo el que vaya, ponga su sueño y así, en frío, se mantiene todo el tiempo que necesita para cumplirse. Nosotros lo cuidamos (por supuesto, jamás los he abierto y hay muchos porque antes alquilaba la casa :)).
Y como no hay internet, reciclamos las sartenes y ollas que no se usan y cuando suben las vikingas con sus amigos, las pintan y así lucen en las ventanas de la calle, que da justo a la montaña.
Gracias por leerme 🙂
www.yolandasaenzdetejada.com
Experta en visibilidad femenina y Redes Sociales. Escritora de 19 libros, conferenciante, empresaria y poeta. Profesora de Postgrados en La Universidad de Cantabria. Marca personal creativa y humanista. Coach ejecutiva y de equipos certificada.
Presentadora y dinamizadora de eventos.
“A mayor tecnología, más necesidad tenemos de humanizarla”
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