Querido papá,
es mi segundo día en Dublín. Ahora que lo pienso, creo que no te he contado que me he venido dos semanas…
Me he alquilado una habitación, a través de una página de internet, en una zona preciosa de Dublín, a 25m del centro. Cualquier padre me diría que eso de viajar sola por el mundo y hospedarse en casas de desconocidos, es atrevido, y más si te llevas a la vikinga pequeña y haces lo mismo: le buscas una familia y una academia de baile para que aprenda inglés mientras disfruta con su pasión. Y todo por libre, sin empresas que te lo organicen sino tú solita, dedicándole muchas horas a cuadrar todo y muchos mails a través de este monstruo que es internet, que hace que nos fiemos unos de otros y que nuestro dios sean los comentarios que otros viajeros como nosotros hacen de los espacios y las personas.
Pero no, tú te alegrarás cuando te lo cuente, igual que cuando me he ido a otros sitios y me dirás, sonriendo, que así es como se conoce el mundo, dominándolo… y que si me llevo a la vikinga, es educarla en valores y en pasiones.
Anoche, cuando ya vi que todo estaba de diez, me permití sentirme agotada porque no es lo mismo venir con algo organizado o tener amigos aquí, que venir sola y con varios propósitos definidos: perfeccionar el inglés, ver lo mínimo a la vikinga para que ninguna de las dos hable español y estudiar posibles relaciones comerciales con mi empresa.
Hoy me he despertado tan feliz… que quería contártelo.
Me gusta perderme por la ciudad y preguntarle a la gente, que es maravillosa (hoy, una señora mayor en el bus, al preguntarme que hacía aquí y al responderle que no, que no tenía amigos porque los que conocía eran españoles y no quiero hablarlo, ha puesto tal cara de pena que se ha bajado del bus en mi parada para acompañarme a la que yo quería. Me han dado ganas de abrazarla. Si me invita a su casa a merendar, voy…)
Pero esto, querido padre, es como el demonio en el cuerpo y tú tienes la culpa. Esto de viajar así es adictivo, la necesidad constante de querer vivir en todas las ciudades que visito, de cambiarme de casa, de país, de lugar, de grupo de amigos… conocer cosas nuevas, sentir en otro idioma, apreciar como la gente me mira diferente, como nadie sabe qué piensas ni quien eres…
Tú tienes la culpa de que yo crea que tengo súper poderes y que en cualquier lugar del mundo podría ser feliz porque no necesito nada más que ganas y buena voluntad (y cocina para cenar sano y rico 🙂 ) y de las dos primeras vamos sobrados los siete hermanos que has criado.
Tú tienes la culpa de que ame el riesgo, la incertidumbre, el amor por dominar la situación y, sobre todo, estar sola.
La pequeña está genial con su familia, esto me tranquiliza para que ella descubra que el mundo es mucho más grande que su ciudad y que el idioma es necesario para abrir nuevos horizontes. Cuanto mejor esté ella, menos nos veremos aquí para que la inmersión sea total y disfrute a sus nuevos amigos.
La culpa la tienes tú, querido padre, que me educaste como una salvaje de buenas maneras.
gracias infinitas porque eso es lo que me hace vivir de verdad.
Dos semanas en Dublín podría ser el título de un libro…
…………..
Feliz sábado, queridos amigos, durante dos semanas haré de responsal emocional de Dublín 🙂
soy un desastre con las fotos porque siempre me olvido salvo que vaya en grupo y alguien se acuerde así que no tengo aún ninguna pero mañana seguro que sí 🙂 ).
Os deseo un precioso fin de semana.
Experta en visibilidad femenina y Redes Sociales. Escritora de 19 libros, conferenciante, empresaria y poeta. Profesora de Postgrados en La Universidad de Cantabria. Marca personal creativa y humanista. Coach ejecutiva y de equipos certificada.
Presentadora y dinamizadora de eventos.
“A mayor tecnología, más necesidad tenemos de humanizarla”
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