Marta, mi vikinga pequeña, tiene una cajita en su estantería desde que tenía 8 años.
En ella guarda cosas que considera hermosas. Dice que son para sus hijos, que así no se olvida de enseñarles aquello que ha sido importante en su vida (por todos los demonios, yo jamás pensé eso…).
Sin que ella lo sepa, a veces la abro porque me parece la idea más romántica sobre el futuro que he conocido.
Tiene una bailarina de porcelana, por ejemplo, a la que le falta una pierna (se la regaló su abuela y le gustaba tanto que se la llevaba a todos lados y claro, se rompió. Pero a ella nunca le importó, no dejó de encontrarle belleza). Guarda, también, un anillo que le queda grande y que le parece precioso por si tiene una hija (genial, no solo piensa en hacer bello el futuro sino el súper futuro…).
Sin embargo, dentro no está, por ejemplo, el bolígrafo que le regaló Jesús Vázquez cuando estuvo cantando en la Voz Kids, ni ninguna de las medallas que ha ganado haciendo atletismo. Ningún resto de lo que el mundo llamamos éxito.
Solo hay cosas emocionales que la han acompañado siempre.
No le puedo preguntar, porque se supone que esa caja no la veo (hija mía, menos mal que no lees mis artículos 🙂 ).
Marta tiene una peculiar vara de medir lo que le emociona o lo que no. Y el reconocimiento público no es una de esas cosas. Me lo ha demostrado mil veces y me ha enseñado otras mil, recriminándome incluso con esa frase tan gráfica: mamá, no seas creída…
Lo mejor de toda esta historia, lo que yo os quiero contar es que cuando no cabe algo nuevo (elige poquísimas cosas y yo jamás las imaginaría), antes de cambiar la caja, saca algo que no ya no forma parte de ella, de sus emociones actuales, y así tiene sitio para ello.
Hacerle sitio a tu presente, eliminar el pasado que ya no forma parte de ti.
Esta es la idea que he aprendido de ella y la que me intento aplicar cada día. Nos empeñamos en seguir aferrados a un espacio, una persona, un lugar, un trabajo, un amigo… cuando lo mejor está siempre por venir.
Este pasado tan presente nos impide abrir el corazón a nuevas experiencias o personas. Nos tiene amputada la valentía del conocimiento y el riesgo en sí mismo; algo tan necesario para emprender tanto personal como profesionalmente.
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feliz martes, me voy a nadar con Paquita, lalalalala.
que tengáis una preciosa mañana y tarde y que pensemos sobre la cajita mágica que hace que no nos quedemos anclados en lo que ya no nos “late”, como diría mi amiga Olga.
S.O.S quiero 🙂
Experta en visibilidad femenina y Redes Sociales. Escritora de 19 libros, conferenciante, empresaria y poeta. Profesora de Postgrados en La Universidad de Cantabria. Marca personal creativa y humanista. Coach ejecutiva y de equipos certificada.
Presentadora y dinamizadora de eventos.
“A mayor tecnología, más necesidad tenemos de humanizarla”
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1 Comment
Muy estimada Yolanda. No había leído (falta de tiempo) tu comentario. He visto a la niña y espontánea y rápidamente he puesto lo que se me ha ocurrido; sin embargo, me ha extrañado mucho de que Marta estuviera tan pequeña, porque yo estaba que era la que fue a la Voz… Pero… no muy convencido he pensado que sería otra de tus vikingas, más pequeña y que yo no recordaba bien el nombre de la mayor.
Ya observo por lo que cuentas, que educas en libertad. Enhorabuena. Debiera ser el modelo Universal; aunque creo que todos tenemos la experiencia,que nada en la vida tiene sólo ventajas o sólo inconvenientes, como sabes de sobra. .
Otro abrazo para ti..