¿Soy feminista?¿Qué es el feminismo para mí?
Hace muchos años (bueno, no tantos :)), no sabía lo importante que éramos las mujeres en la sociedad.
No.
Estaba rodeada de mujeres que querían ser libres y me amamantaban para ello, pero también de mujeres que amaban ser sumisas y habían sido educadas para estar siempre guapas y esperar a su marido para calentarle la comida y la cama.
Rodeada de hombres, de 3 hermanos con los que me crie y que nunca pensaron que yo era igual que ellos, no, sino una “pipi calzarlargas” bastante porculera cuando les ganaba corriendo o pretendía ser indio, en lugar de cajera de supermercado (los que tenéis mi nuevo libro, tenéis la historia :)).
Me crie rodeada de micromachismos (sí, esos pequeños gestos cotidianos que nunca vimos como algo malo porque era la norma, como que te tocaran el culo al levantarte de la silla en tono jocoso y a lo que tú no sabías cómo responder; que te digan por la calle: estás tan buena que mojaría el pan en todo tu cuerpo (eso, por la noche y susurrando, no tiene la mínima gracia) o que un señor mayor te intentar manosear y tú, por miedo a que tus padres no te dejaran salir, no contabas).
Me crie como tú, estoy segura, pero también mucho mejor que otras mujeres que tuvieron peor suerte que yo (esto va de suerte, queridas, no de decencia (esa palabra que nos han colgado como un San Benito). Como te cruces con un bestia machista por la calle y se le antoje violarte o asustarte, lo tienes claro, seas quien seas)
Os juro que imploro miles de veces para que me pase a mí, en lugar de a mis hijas.
Y me crie con la educación de que mis hermanos estaban para protegernos a nosotras, las chicas de la casa. “Carlos, ten cuidado con tu hermana…”.
Después, comencé a conocer a mujeres que hablaban de igualdad y de respeto (esas dos palabras van unidas, no lo olvidemos). De amor sin sometimiento y que no somos el objeto de nadie. No.
Somos sujeto activo, ya lo creo.
Comencé a entrenar y a darme cuenta que la fuerza es algo que se trabaja y de que, por algún motivo, mientras ellos juegan al fútbol o hacen deporte, a nosotras nos educan para no mancharnos de barro o para estar sentadas en los parques pensando en si aquél chico me va a mirar.
Y todo esto estalló de lleno en mi corazón cuando llegué a Madrid a estudiar mientras trabajaba de modelo y cantante. Cuando comencé a conocer a esas mujeres…
Leí historias de mujeres que habían sufrido y muerto por defender nuestro voto y me escoció la injusticia de que yo viviera en un mundo “semi protegido” mientras otras hermanas sufrían por ser mujer.
Y me uní a ellas, a vosotras, las que, calladamente o a plena voz, cada día de vuestra vida ejercéis la sororidad y levantáis vuestras manos para que cualquier mujer que se caiga, tenga cómo levantarse.
Vosotras, las que aguantáis amenazas e insultos en las redes sociales y en la calle por defender la igualdad para todas y no insultáis a los hombres, sino que conocéis la valía de ellos en esta lucha, porque hay que ser ignorante para no entender que: El feminismo es definido por la Real Academia Española (RAE) como un «principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre.».
Y nada más y todo eso… igualdad para todos.
Y todos juntos, porque las mujeres no hemos venido solamente a parir ni a limpiar, hemos venido a amar y a construir una sociedad más justa.
A dirigir empresas, a cobrar lo mismo por dar conferencias y a educar a nuestras hijas libres para que vayan por la calle y el miedo no les corroa la vida.
Y vosotros, hombres que lucháis a nuestro lado, bienvenidos seáis. Es importante que sepáis que os necesitamos. Que no os de vergüenza decir que sois feministas, porque si vuestros colegas son incultos y no saben qué significa, no os vais a poner a su altura, no. No lo hacéis en el resto de las cosas.
Yo os quería hablar de mi abuela y era para deciros que ella fue la primera feminista que conocí sin saberlo, aunque ahora se horrorizaría de que la llamara así, porque es el ejemplo de que muchas de nosotras no hemos sabido que éramos feministas hasta que alguien a quien admiramos nos ha contado en qué consiste (Ana Botín, muy bien por definirte así en los medios y ayudar a que otras mujeres lo hicieran), pero de mi abuela os hablaré otro día 🙂
Feliz 8 de marzo, llenad las casas y las calles de igualdad, pero, sobre todo, recordad que luchamos con paz, cultura, conocimiento y respeto. El resto, los extremismos, igual que los que no nos quieren iguales, son malignos.
Yo no quiero que mis hijas, las vikingas, sean como yo, aunque de lejos, parece que sí :). Quiero que sean mucho más libres que su madre.
Os abrazo y, junto a ellas, les dedicamos este 8 de marzo a las que estáis al frente de la lucha y a las que habéis estado en el borde del infierno.
Por vosotras, hermanas.
Experta en visibilidad femenina y Redes Sociales. Escritora de 19 libros, conferenciante, empresaria y poeta. Profesora de Postgrados en La Universidad de Cantabria. Marca personal creativa y humanista. Coach ejecutiva y de equipos certificada.
Presentadora y dinamizadora de eventos.
“A mayor tecnología, más necesidad tenemos de humanizarla”
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