Las princesas miopes


Ver menos
(que no mal)
no es una discapacidad.
O al menos,
no lo es siempre y,
en todo caso,
depende,
del lugar.
Tania adolescente
salía sin gafas
por la noche
y siempre,
siempre,
siempre,
descubría
a hombres
apuestos.
Su voz,
sus palabras,
su olor…
(qué más daba
el color
de sus ojos o
su nariz torcida
si ella
sabía que la poesía
no se escribía
con ellos).
Eso sí,
a la mañana siguiente,
no es que fuera
una creída,
no,
es que con gafas
no era capaz
de identificar
al príncipe
de la noche
anterior
(por mucho que sus amigas
se empeñaran en recordarle
que era una rana y
fea,
además).
Bendita

miopía.
yolandacuentista

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