¿Memoria selectiva o tonta de bote…?

Me gusta decir que uno de mis mayores talentos es la memoria selectiva.

Desde muy joven, me gustó esa frase que se le adjudica a Ingrid Bergman: “para ser feliz hay que tener mala memoria”.

El caso es que anoche, al volver de tomar un vino con una adorable amiga a la que reconocieron en una fiesta por verla aquí, en este bosque (orgullosísima de ello y de ella), me senté en el patio a pensar en todo lo que la vida nos ha ido poniendo en medio para que brotara el olvido.

Nos puso a personas que no nos querían bien.

Nos regaló situaciones difíciles.

Nos plantó desprecios en el pelo y nos clavó palabras canalla, que quisimos ir dejando en el camino, como el que abandona el resto de un fuego recién apagado.

Nos enseñó, con muestras, que nada está vencido si dentro de ti habita el amor (ese del que tanto hablamos aquí, ese que abarca todo y que comienza con la humildad y la verdad). Y, sobre todo, por encima de cualquier recuerdo que ya no es apto, nos dejó el olvido a lo que fue y que, realmente, nunca fuimos.

Y en esta última frase me voy a extender, porque hay veces que la vida pone frente a ti una situación que te saca de las casillas y que fuerza a que digas o hagas algo que no eres. Es, entonces, cuando la otra persona, esa que te quiere bien, ha de disculpar.

Es cuando actúas pero no eres.

Y por una sola vez, por una sola puta vez que no fuiste tú, las personas te crucifican y ya no olvidan.

Pero nosotras no, nosotras salimos indemnes de todo ello y anoche, frente al vino, forjamos planes presentes y bordamos futuros inmediatos (que son los nuestros, los que podemos alimentar de sueños sinceros, aunque sean baratos).

Y volví feliz, recordando las veces en las que ella me ayudó a levantarme y olvidando a los que me pusieron la zancadilla (aunque no quisieran, claro, que siempre dejo esa puerta abierta porque la vida es tan canalla que nunca es lo que parece).

Y con este pensamiento, amanezco hoy, con la memoria selectiva que hace que sea mucho más feliz cada día. Porque al final, casi todo se resume en lo mismo: en no tener el protagonismo excesivo para pensar que tú eres el foco de las desdichas o críticas ajenas :).

 

 

*****

Feliz martes, queridos.

Os abrazo hasta doler. Que tengáis, sobre todo, un día sincero.

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