Fotografía aérea. Esto, hace 30 años, era un atrevimiento y una exageración (por no decir, una locura si nos lo llegan a contratar). Eso sí, un cartel que dijera eso no lo tenía nadie en la provincia y eso molaba.
La empresa la formábamos tres: Carlos, de 26; Fernando, de 22 y yo, de 24.
Os podría contar historias que mi padre llamaba “barbaridades creativas” (de las que se enteraba) y lo haré si en algún momento coincido con vuestro cerebro y cuerpecito serrano delante de un vino, porque por aquí es demasiado arriesgado, jeje.
Pero este miércoles, en Córdoba, ciudad en la que voy a los médicos para poder así cenar con mi hermana Trini (la peque de siete) y brindamos por la vida, me puso la cuña de radio que mi hermano Fernando había grabado para uno de sus últimos negocios: un espectacular edificio que era propiedad de una familia muy conocida en Andújar, Jaén, y que ha convertido en salón de bodas y este mes, en un pub de verano elegante. Ahora es Eventos Del Val
Y se me llenó el corazón de flores y la cabeza de ternura al verme con 24 años y con mis dos socios hermanos al frente de una empresa de publicidad y montajes (es decir, que te hacíamos los llaveritos y las camisetas, pero también te montábamos la feria del pueblo. Ya ves, en una ciudad pequeña, no queríamos perder target).
Fersa se llamaba. Se llama (Fernando Sáenz, que era el más chulo).
Escuchando el anuncio nos reímos muchísimo, porque os prometo que hace el millón de años del que os hablo, lo hacía exactamente igual de bien, con esa voz de locutor profundo y con las s bien pronunciadas (más andaluz hablando no lo hay, además cecea, jeje, pero nada, se pone un micro y se hace luz).
Y aquí viene la parte más bonita de la historia. Uno de los productos estrellas de la súper empresa que teníamos, era el coche de megafonía. Un Seat 1400 motor Mercedes que se paseaba por el pueblo con los altavoces anunciando todo tipo de publicidad.
Recuerdo, en periodo de elecciones, el pueblo de Arjonilla, en Jaén, que tiene una calle central y me tocó a mí hacer la publicidad. Es decir, conducirlo. Como se contrataba por tiempo, llegaba un momento en el que subía anunciando el PSOE y bajaba con el PP o cualquier otro partido. Por supuesto, con el mismo fervor uno que otro, da igual que anunciaras la apertura de un centro que el nuevo alcalde.
Todos con la misma voz, claro, que menudo era Fernando para ponerle pasión. Porque en estas fechas en las que os hablo:
– No teníamos un sueldo (tardamos más de un año en cobrarlo, benditas parejas que teníamos y nos ayudaron).
– Las oficinas eran el bajo ruinoso de una casa de mis tíos.
– Apenas apenas nos daba para pagar los seguros de los coches y el teléfono (otro día os cuento el máster más caro de mi vida, una discoteca que montamos, años más tarde, y fue la ruina padre. De hecho, la tengo puesta en mi formación del perfil como el máster más caro de mi vida, porque ahí aprendí infinito).
Teníamos un coche para viajar. Un ford Sierra que la mayoría de las veces no abría bien y mis hermanos aparcaban en el quinto pino para asistir a una reunión y así no los vieran entrar o salir de él de manera creativa, jeje, (porque eso sí, siempre hemos pensado en grande y nos íbamos por toda España a vender nuestros servicios). Eso sí, iban tan enchaquetados y con unas maneras de súper señores de negocios, que menudo postureo empresarial.
– Solo estaba dada de alta yo (eso sí que es ser atrevida, no ahora que me llaman valiente al montar proyectos nuevos, más que nada, por la creatividad con la que montaban negocios a mi nombre, los muy canallas).
– La mitad de lo que hacíamos no se lo contábamos a mi señor padre, que vivía arriba de esas oficinas y de vez en cuando bajaba “a ver si podía ayudar”.
– No teníamos un día libre al mes.
– Nos peleábamos muchísimo por cosas como por ejemplo, que yo quería que en el contestador saliera una voz amable y con un mensaje diferente y ellos me decían que esa voz amable que yo ponía era lo más parecido a una línea caliente telefónica. Yo hablaba de gestión de personas y ellos de cuántos billetes nos da esto.
– Por supuesto, todo lo hacíamos el equipo de los tres más la novia de mi hermano Fernando, que era una bendita: montaje de ferias, alquiler de equipos de sonido para las ferias y verbenas, impresión de camisetas, conducción del coche de megafonía… Ahora que os lo estoy contando, flipo, jeje.
¿Lo mejor? Que mi madre aprovechaba el coche de megafonía de taxi y ahí iba todo el día subida, bajándose en los lugares donde tenía que hacer recados y nos llamaba para ver cuándo volvíamos a pasar por la calle en la que estaba.
Hoy, mis hermanos son empresarios de negocios muy top, con inversiones en Latinoamérica, tiendas de moda o construcción de viviendas y son los cracks de montajes de ferias en toda España (como vayas a una verbena o a una feria, pasarás por sus carpas o sus wc portátiles). Compran y venden empresas con la misma facilidad con la que lo hacían antes, porque lo vital no es lo que haces, sino cómo lo haces y os aseguro que en pasión y en constancia, éramos muy buenos.
En mi caso, en un momento determinado, vendí mis acciones y compré mi vida, algo que celebro cada día porque me enfoqué en quién quería ser y cómo. Pero esto os lo cuento en otro post.
Así se cumple lo que siempre digo en mis cursos, conferencias y a mis clientas: es casi imposible competir con alguien que ama lo que hace.
PD: En ese coche de megafonía, un chico me dio un beso, pero eso os lo cuento otro día…
Aquí os dejo, por si queréis escucharla, la cuña de radio con la que comienza este post. El Fernando de antes fusionado con el de ahora. Milagro de la tecnología, jeje.
Experta en visibilidad femenina y Redes Sociales. Escritora de 19 libros, conferenciante, empresaria y poeta. Profesora de Postgrados en La Universidad de Cantabria. Marca personal creativa y humanista. Coach ejecutiva y de equipos certificada.
Presentadora y dinamizadora de eventos.
“A mayor tecnología, más necesidad tenemos de humanizarla”
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